En un departamento parisiense se reúnen los miembros
directores de una sociedad secreta llamada El Azufre Negro, que ya tiene
sucursales llamadas “logias negras” en cerca de veinte países. Dichos grupos
son muy herméticos. La razón es clara: han sido involucrados en crímenes, pero
aun sin poder detener a un solo miembro. Hay que ser cuidadosos. Actuar en la
clandestinidad y comprar a jueces, políticos, miembros de la Iglesia, ¡a
quienes sea!
La preside un hombre de unos cincuenta años, de lentes,
canoso, algo robusto y mirada dura. No son más de doce personas. Entre ellos,
Juliette, quien debido a sus capacidades en criptografía, elaboración de
perfumes, guía de rituales y sus avanzados conocimientos de hebreo, árabe y
latín, había entrado en la Orden, subiendo de grados con una rapidez que nadie
–salvo obviamente los fundadores- en su historia logró. En solo dos años, había
superado difíciles pruebas y demostrado con creces que merecía estar en el
Círculo Interior.
Quien estuviera en el departamento vería una decoración que
mezclaba el lujo, lo antiguo y lo
macabro. En un lugar privilegiado había un dibujo original de Goya de su serie
“Los caprichos” (y del cual solo escasos expertos en arte sabían de su
existencia, mas no de su domicilio), y muy cerca otro del mismo pintor una
pintura no catalogada donde se plasmaba el feo rostro de una bruja. También
existían borradores de obras de Austin Osman Spare y muchos objetos con
representaciones eróticas pertenecientes a viejas culturas precolombinas,
babilónicas y del África. Pero el motivo más recurrente era el diablo, el ser
con cachos que en ocasiones era el fauno y otras el bafomet; y también, la
serpiente bifronte.
El Sumo Maestre hablaba con voz enérgica pero aguda:
-
Quiero felicitar a Juliette, quien ha mostrado avances en la
investigación. Hasta ahora hemos podido traer seres del mundo sutil, los
“elementales” del folklore. A veces son seres que permiten ayudarnos en las
operaciones mágicas, pero en general no son más que entidades traviesas del
todo inicuas para la obtención del poder y del conocimiento. Ni siquiera los
“Fragmentos Verídicos y Demostrables del Necronomicon” recopilados por Walter
Donover en 1880 y que pudimos descubrir y extraer del Museo Británico nos han
ayudado a abrir portal para hacer caer definitivamente sobre este mundo a La
Amoralidad, La Lujuria y La Demencia, las virtudes de nuestra Orden.
A continuación, hizo una señal para que Juliette se
acercara, y le solicitó que hablara.
-
Gracias, Sumo Maestre. Lo que puedo adelantar es que he
podido encontrar el tratado “De las diferentes clases de demonios, súcubos,
íncubos y sátiros”. Se hallaba en una biblioteca de nuestro querido Paris,
encuadernado falsamente en un libro que estaba catalogado como teología
católica. Ironías del destino. O en realidad, inteligencia de su dueño que usó
esta técnica para que los malditos inquisidores no lo rastrearan. Bueno, el
caso es que un viejo brujo holandés que vivió aquí en Francia durante la
ocupación alemana y que falleció hace cinco años me dio algunas claves para
encontrarlo. Pero no fue fácil. Ahora el libro… está aquí, con nosotros.
Una exclamación
grupal se escuchó. ¡Por fin, el mayor libro de magia negra estaba a disposición
de una Orden mágica para que lo utilizara en sus oscuros fines! Pocos
ocultistas y magos conocían la existencia de este libro y solo los más
cualificados habían escuchado sobre él. Pero, estar frente a frente a este
manuscrito anónimo –no faltaba quien creía que lo había escrito el mismo
demonio- era algo aun mas raro. Poder ver esos grabados que contenían un saber
único, era el lujo de una elite.
Mientras algunos
miembros del grupo observaban atónitos el viejo manuscrito, Juliette continuaba
con su discurso:
-
He leído el libro y puedo dar fe que es extremadamente
coherente y poseedor de un saber no humano. Hay algo, una sustancia o cualidad, que lo hace diferente a los demás
grimorios. No, éste no es un simple texto de magia. Acá esta la gnosis de los
abismos. La explicación de los seres sobrenaturales y de cómo atraerlos,
incluso, y éste es lo más original, de cómo atraer a los seres del inframundo,
abriendo portales con el empleo de figuras geométricas y palabras de poder o
mantrams.
Francois Lacoste,
el Sumo Sacerdote, sonreía. A través Juliette, esa chica bella, arriesgada e
inteligente, había logrado lo que ni muchos magos podían ni siquiera la fuerza
del dinero. Tal vez, solo Crowley pudo realizar esto, cuando en Egipto se
comunicó con el demonio Aiwass. Pero, dentro de todo el supuesto 666 no era
otra cosa que como había dicho un músico de rock pesado “el típico mago
blanco”, pues jamás quiso el imperio del mal en el planeta. Su carácter
provocativo solo servía para los tiempos en que vivió y hoy un Crowley no sería
un ser especial. Lo importante, pensaba Lacoste, era obtener un poder que
desencadenara el caos social en todo el mundo. Y esto se lograría a través de
la llegada no solo de un demonio, sino de miles. Los valientes los adorarían,
los cobardes serían el bocado.
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ResponderEliminarEstimado:
ResponderEliminarSe agradecen sus palabras y me anoto de inmediato en su blog.
Sergio F.
Muy buenas, sería posible acceder a su novela en formato pdf? Me resultaría más cómo leer en el ebook, que en el ordenador. Se lo agradecería mucho. Un saludo
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